El Desastre del 98
La caída de un Imperio
RGS
3/28/20257 min read


La España contemporánea es el resultado de un largo proceso histórico que se forjó a lo largo del siglo XX, marcado por acontecimientos que definieron su identidad actual. Entre ellos, el "Desastre del 98" se erige como el primer capítulo de esta transformación, representando el fin de una era y el inicio de un periodo lleno de retos políticos, económicos y sociales que moldearían el futuro del país.
Para entender el contexto que llevó a este desenlace, es importante situarnos en la España de finales del siglo XIX, la cual atravesaba un periodo de inestabilidad política tras la caída del conocido Sexenio democrático con el fin de la Primera República en 1874. Tras estos años de constante cambio e incertidumbre, tuvo lugar la Restauración borbónica, en el que se trató de estabilizar el país mediante un sistema de alternancia bipartidista entre conservadores y liberales. Este periodo puede dividirse en tres fases: el reinado de Alfonso XII, la regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena y, posteriormente, el reinado de Alfonso XIII. Aunque la Restauración consiguió evitar conflictos internos graves, el sistema político mostraba grietas significativas debido a su naturaleza oligárquica y la manipulación electoral. Al mismo tiempo, el país ya no era más que una sombra de aquella potencia imperial que había dominado el mundo durante los siglos XVI y XVII, quedándose reducido a un imperio insular que abarcaba Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam.


Durante el imperio, Cuba había sido considerada una posesión secundaria, debido a que representaba más gastos que beneficios para España y lo que permitía que tuviera algo de valor era su posición estratégica para facilitar la comunicación entre España y el resto de sus posesiones. Sin embargo, la situación cambió tras la pérdida de los territorios continentales en Hispanoamérica, ya que Cuba se convirtió en una pieza fundamental del comercio español, especialmente por su producción de azúcar. A pesar de su importancia económica, la administración española en Cuba fue incapaz de llegar a satisfacer las demandas de mayor autonomía por parte de la población local, lo que llevó al estallido de la Guerra de los Diez Años en 1868. Aunque esta guerra terminó con la Paz de Zanjón en 1878, que prometía ciertos derechos políticos para los cubanos, el incumplimiento parcial de estas promesas avivó el descontento en la isla, culminando en una nueva rebelión en 1895 tras el Grito de Baire.
Paralelamente, Estados Unidos había adoptado desde principios del siglo XIX una política exterior basada en la Doctrina Monroe, que rechazaba la presencia europea en el continente americano, tachando a las potencias europeas de sistemas arcaicos y corruptos que ponían en peligro la seguridad americana. Este principio, combinado con un creciente nacionalismo basado en un sentimiento de superioridad moral política y una política exterior expansionista, convirtió a Cuba en un objetivo clave para el gobierno estadounidense. Si bien los intentos iniciales de Estados Unidos se centraron en comprar la isla a España o integrarla en su esfera de influencia mediante el comercio. Además, Estados Unidos tuvo interés en apoyar mediante el envío de armas y recursos a los grupos insurrectos cubanos que querían la independencia durante la ya mencionada Guerra de los Diez Años.
Tras el ya mencionado Grito de Baire, España se sumió de nuevo en un conflicto con los rebeldes cubanos. Durante las primeras fases del conflicto los cubanos eran conscientes de su inferioridad por lo que optaron por hacer una “guerra de guerrillas” que consistía en evitar combates a gran escala y realizar ataques relámpagos y escaramuzas provocando la muerte de muchos civiles. Por otro lado, España, cuya defensa lideraba Valeriano Weyler, optó por llevar a cabo una estrategia de concentración de la población civil en pueblos y ciudades controladas por el ejército para evitar que los insurrectos recibieran apoyo civil, provocando la reubicación y deportación de muchos civiles en pésimas condiciones. Esta estrategia de Weyler provocó una gran división en los medios españoles, donde los más liberales consideraban que esta medida nunca permitiría llegar a un acuerdo con los rebeldes, mientras que para los más conservadores veían en Weyler la única esperanza de conservar Cuba. Con el asesinato de Cánovas del Castillo y la llegada al poder de Sagasta en España, Weyler fue reemplazado por Ramón Blanco y España ofreció un indulto, al que varios insurrectos se acogieron y un gobierno autonómico cubano que fue rechazado por los rebeldes.
En este contexto, la prensa sensacionalista estadounidense, liderada por magnates como William Randolph Hearst, comenzó una campaña de propaganda que retrataba a los españoles como un pueblo cruel, inquisidor y despótico, alimentando la hostilidad hacia España y tejiendo poco a poco una justificación para una posible intervención militarista estadounidense en Cuba, haciendo que en vez de que esta posible intervención fuera un deseo expansionista, fuera un acto de justicia al servicio de la humanidad. De hecho, The New York Journal de Hearst, escribió lo que podríamos considerar una novela por entregas, narrando el maltrato hacie la presa cubana Evangelina Bentancourt hasta su liberación. Ante esto, cabe preguntarse si el objetivo principal de estos periódicos era el de alimentar una hispanofobia ya presente en la sociedad anglosajona para vender más periódicos o si verdaderamente creían en una injusticia sobre Cuba.
Mapa del Imperio español


Conforme avanzaba la guerra, Estados Unidos comenzó a desplegar varias de sus principales fuerzas navales a el golfo de México y el Caribe, además de situar varios de los mejores barcos de su armada en Cayo Hueso, solo a unas horas de Cuba. A esto, hay que añadirle el envío de dos barcos de guerra más, el Maine y el Helena, el primero situado en La Habana y el segundo en Lisboa, dando a entender una posible escalada del conflicto en la península ibérica.
Finalmente, la situación escaló rápidamente cuando el acorazado USS Maine, que como hemos mencionado había sido enviado al puerto de La Habana para “proteger los intereses estadounidenses”, explotó el 15 de febrero de 1898. Aunque las causas reales de la explosión siguen siendo objeto de debate histórico, la prensa estadounidense culpó de inmediato a España, avivando la indignación pública y preparando el terreno para una declaración de guerra. El gobierno de William McKinley, presionado por la opinión pública y grupos expansionistas, declaró la guerra a España en abril de 1898.
La guerra, que tuvo una duración breve pero un impacto profundo, comenzó con una serie de enfrentamientos en el Caribe y el Pacífico. España, consciente de su inferioridad militar frente a Estados Unidos, intentó evitar el conflicto mediante la negociación, pero fue inútil. Las fuerzas estadounidenses, mejor equipadas y organizadas, derrotaron rápidamente a las fuerzas españolas en varias batallas clave. El enfrentamiento naval más significativo tuvo lugar en la bahía de Santiago de Cuba el 3 de julio de 1898, donde la escuadra española, liderada por el almirante Pascual Cervera, fue completamente aniquilada. Consciente de la clara superioridad estadounidense, Cervera había intentado salvar su flota, pero fue obligado a enfrentarse a un enemigo abrumadoramente superior. La derrota dejó un saldo devastador para España, mientras que Estados Unidos apenas sufrió bajas.
El conflicto terminó oficialmente con la firma del Tratado de París el 10 de diciembre de 1898. Este tratado marcó el final del Imperio español, con la cesión de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam a Estados Unidos. La ausencia de representantes cubanos en las negociaciones subrayó la intención de Estados Unidos de consolidarse como una nueva potencia colonial, a pesar de haber justificado su intervención en Cuba como una lucha por la libertad de los pueblos oprimidos.
El impacto del Desastre del 98 fue devastador para España en todos los niveles. Políticamente, socavó la confianza en las instituciones y alimentó un movimiento regeneracionista liderado por intelectuales como la Generación del 98, que abogaban por una renovación profunda del país. Económicamente, la pérdida de las colonias agravó las dificultades de un país que ya enfrentaba graves problemas estructurales con un grave aumento de la deuda pública. Socialmente, el desastre provocó una ola de pesimismo colectivo que impregnó la cultura y la literatura de la época.
En el ámbito internacional, España quedó oficialmente relegada a un papel secundario que en realidad ya ocupaba, mientras que Estados Unidos emergió como una potencia mundial. España entonces iniciaría el reto de redefinirse en un mundo donde su importancia era mínima.
El Desastre del 98 fue mucho más que una derrota militar. Representó el fin de una era para España y el inicio de un proceso de reflexión sobre su identidad y su papel en el mundo además de ser el primer capítulo que tejería la España contemporánea que llegaría más adelante en el siglo XX.
Caricatura que representa al Tío Sam (Estados Unidos) y a John Bull (Reino Unido), acompañados por las personificaciones de Alemania, Italia, Rusia, Austria y Francia, debatiendo junto al lecho de muerte de "España", con el arma del suicidio "Estupidez" al lado y la pluma de "Historia" lista para escribir. -
Louis Dalrymple (1866–1905)