La curiosa vida de Charles d'Éon
El personaje de varias vidas que puso en jaque a la monarquía
RGS
7/13/20255 min read


La historia está llena de personajes de todo tipo. Algunos han dejado una huella imborrable en la sociedad, mientras que otros, en apariencia irrelevantes o desconocidos, esconden vidas tan fascinantes y sorprendentes que rivalizan con las mejores tramas de ficción. Tal es el caso de Charles D'Éon, cuya extraordinaria vida desafía a los mejores guiones de Hollywood...
Nos situamos en plena segunda mitad del siglo XVIII. Luis XV, rey de Francia, sintió cómo algo tan insignificante para alguien con semejante poder, como era tener una amante, hacía temblar los cimientos de su reino. Dicha amante era la marquesa de Pompadour la cual, viendo cómo poco a poco empezaba a aburrir al monarca —algo que le preocupaba—, tomó una arriesgada decisión para no perder los lujos que suponía ser la amante del rey de una de las monarquías más importantes de Europa: le robó las llaves de varios de sus cajones más ocultos y accedió a documentos confidenciales que revelaban, entre otras cosas, la existencia de una organización secreta a través de la cual el rey influía al margen de su gobierno en el juego político europeo, quitando y poniendo monarcas a su antojo. A cambio de no desvelar estos secretos, la marquesa de Pompadour empezó a exigir al monarca la destitución de cargos públicos que no eran de su agrado y la designación de aquellos que sí encajaban con sus intereses. Uno de los afectados fue un antiguo enemigo suyo y amigo del rey, que por entonces ejercía como embajador francés en Londres: Charles D'Éon.
En ese momento, Charles D'Éon era una persona cercana al monarca, puesto que había sido caballero y capitán de élite en algunas unidades del ejército francés, y fue uno de los miembros principales de la red secreta de espionaje del rey. De hecho, desempeñó varios roles a lo largo de su paso por el "servicio secreto" privado del rey, como hacerse pasar por doncella de la emperatriz rusa para ejercer de espía, tarea que, una vez completada, enlazó con el mando del cuerpo de Dragones, un cuerpo militar del ejército francés, al final de la guerra de los Siete Años y la elaboración del tratado de paz que pondría fin al conflicto, convirtiéndose en una leyenda en el panorama europeo de la época.
Cuando el embajador francés se enteró del chantaje de la marquesa al rey, se negó a renunciar a los privilegios de los que disfrutaba en la capital inglesa y comenzó a jugar sus propias cartas, poniendo al rey en un aprieto. D'Éon había desarrollado un plan secreto para una posible invasión francesa de las islas británicas por encargo del rey, algo que, de hacerse público, encendería una guerra entre ambos países. Por ello, cuando el rey envió a un nuevo embajador a Londres, D'Éon decidió plantar cara al monarca y le pidió una suma desorbitada de dinero a cambio de su silencio. El rey respondió ordenando al nuevo embajador que envenenara a su antecesor en el cargo, algo que hizo sin éxito. Poco a poco, la historia pasó de ser un secreto a un murmullo en las calles londinenses, hasta convertirse en el mayor entretenimiento para la sociedad británica del momento, que, desconocedora del fondo del asunto, disfrutaba viendo cómo un embajador desafiaba al todopoderoso rey de Francia.
Convertido en una figura "viral" para su época, D'Éon comenzó a publicar parte de los secretos del monarca, lo que llevó a Luis XV a ceder y ofrecerle una pensión vitalicia con la condición de que no regresara a Francia, haciendo de D'Éon el ganador de este primer asalto.
Con el tiempo, el exembajador se aburrió de su nueva vida, echaba de menos asistir a actos públicos y a las fiestas que conllevaba ser embajador. Decidió, entonces, dar un nuevo golpe de efecto para hacer temblar al rey. Aprovechando su físico peculiar y cierta androginia, el militar comenzó a vestirse con ropa de mujer y a afirmar que en realidad nunca había sido un hombre. Los rumores sobre este asunto comenzaron a extenderse y Luis XV pidió a D'Éon que dejara de mentir sobre su sexo, para evitar ridiculizar a la corona francesa. Finalmente, el protagonista de esta historia se sometió a un examen médico, donde se certificó que D'Éon era efectivamente una mujer.
Tras la muerte de Luis XV, su hijo, Luis XVI, accedió al trono y decidió poner fin a este asunto que tanto daño estaba haciendo a la imagen de la corona francesa. Le ofreció a D'Éon el perdón por todos los males que había cometido contra Francia y le permitió volver a su país. D'Éon aceptó, pero no quiso pasar desapercibida, por lo que apareció en la corte con su uniforme militar. Cansado, Luis XVI le exigió que, para cumplir las condiciones acordadas, debía vivir acorde a su rol, poniéndola, por ejemplo, en manos de los estilistas de la mismísima María Antonieta. Una vez aceptó, D'Éon se entrevistó con los reyes y les contó la razón por la que se había hecho pasar por hombre toda su vida: su padre, temeroso de que una herencia se perdiera, había simulado y educado a D'Éon como si fuera un hombre para que eso no ocurriera. Después de aclarar la verdad, D'Éon expresó su intención de ir a América y volver a combatir para la corona francesa, algo que fue rechazado por el monarca, quien le ordenó retirarse al campo y llevar una vida tranquila, contraria a lo que hasta entonces estaba acostumbrado, causando que esta se aburriera.
Es por ello que en 1785 D'Éon partió nuevamente hacia las islas británicas, con la intención de no volver a la vida aburrida que llevaba en Francia. Cuatro años más tarde estalló la Revolución francesa (1789), y sus bienes y pensión fueron confiscados por el nuevo gobierno. D'Éon se ofreció voluntaria para liderar un grupo de combatientes que se enfrentaran a todo aquel que se opusiera a la Revolución, algo que ni siquiera fue considerado por el nuevo gobierno.
Sin estar ya en la primera plana de los chismorreos británicos y franceses, y sin secretos ni armas con los que poder poner en jaque a la nueva autoridad francesa, no le quedaba, literalmente, nada más que velar por su supervivencia. Se dice que liquidó todos sus bienes para obtener algo de dinero, pero que, una vez este se acabó, pasó a formar parte de un circo ambulante, donde hacía un número en el que mostraba sus antiguas dotes militares con el sable. Pasó de moverse en las más altas esferas de la aristocracia europea a que sus mayores eventos fueran fiestas de pueblo, donde hacía todo lo posible por captar la atención de la muchedumbre. Una vez su físico dejó de permitirle ejercer su nueva profesión, lo único que le salvó de morir mendigando en las calles fue una señora viuda que la acogió durante sus últimos años. La anciana señora D'Éon, no obstante, dejó un último misterio, puesto que el médico que fue a certificar su muerte concluyó ante la viuda que la había acogido, que la señora D'Éon no era una mujer, pues contaba con el órgano reproductor masculino. Esto nos impide saber con certeza si esta curiosa historia trata sobre el señor o la señora D'Éon, pero lo que sí sabemos es que, al igual que en las mejores tramas de ficción, la realidad puede ser sorprendentemente compleja y fascinante. La vida de D'Éon nos demuestra que los personajes históricos, incluso aquellos que parecen más enigmáticos o irrelevantes, pueden ocultar historias tan intrigantes y llenas de giros inesperados como las que encontramos en las más aclamadas obras del cine o de la literatura.
Píldora 15: Charles D'Éon
Charles d’Éon (1728-1810) fue el James Bond del siglo XVIII… con un guardarropa infinito. Abogado brillante y espía letal al servicio de Luis XV, se coló en la corte rusa disfrazado de dama de honor y, ya como diplomático en Londres, chantajeó al propio rey con planes secretos de invasión.

